viernes, 22 de junio de 2012

El porro virtual



Ya no hablamos más de Pluna y los 301 millones de dólares allí perdidos. Ya nadie reclama una fundamentación sensata a la imperiosa necesidad de una aerolínea de bandera que se arguye como justificativo, cuando países centrales dejaron de tenerla y la francesa se tuvo que fusionar con la holandesa para lograr ser la tercera del mundo. 

Tampoco decimos qué necesidades concretas y urgentes podríamos atender en este país con ese dinero, como una policlínica con médico para que no se muera una chiquita de dos años, como ambulancias para tantos lugares del interior dejados de la mano del Estado y muchas cosas más en todos los rubros que hacen a la vida de la gente.

Ni siquiera hablamos de seguridad, que era tan importante. Hablamos de limitaciones a la difusión porque los canales insisten en pasar videos de asaltos y asesinatos de cámaras de seguridad. El superior gobierno no parece saber que los canales de televisión abierta compran esos videos (diez mil pesos es lo habitual) y que si consideraran esos videos como parte de la evidencia y del secreto del sumario, como lo son, su difusión sería imposible. No: tienen que sacarse las ganas de ir contra los medios porque es una obsesión que tienen con eso.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Para estar en la guía



Les voy a contar la verdad, aunque no debería. Yo entré al periodismo para trabajar menos y comer más. Fue así: yo estaba en Buenos Aires, trabajando en la imprenta gráfica de Editorial Abril, de peón en encuadernación. Eso quedaba en la localidad de Florida, media hora de tren y 15 minutos de colectivo de la pieza en la que yo me había acomodado tras pasarla peor, y tenía 19 años.
Se trabajaba con el sistema francés, que son ocho horas de turno por semana, y a la siguiente en el anterior: 6 a 14, 22 a 6, 14 a 22, y así lo único que uno hacía era trabajar, comer y dormir. Ni siquiera aquello: la hormona no quería saber de nada sino dormir. Además, pasé hambre porque la quincena no me daba. Había un bodegón a dos cuadras, en Mexico y Chacabuco, donde me rendía más porque si uno pedía sopa te traían la sopera, y yo escurría el caldo y me comía aquel minestrone como guiso. Era medio lento, es cierto; no para comer sino para avivarme. A la segunda entrega de publicaciones de la editorial (sacaban, recuerdo, 13 revistas, desde fotonovelas a automovilismo, las llamadas femeninas y toda la flora) me fui con alguna para leer mientras comía, y después se la di al parrillero.
Al percibir el agrado de aquel hombre por ese papel abrochado llamado periodismo automovilístico, entré a llevarle todas las que me daban, y entonces pedía una ensalada y un riñoncito, y me venía de todo y en dos platos. Fue una buena época, hasta que en la imprenta descubrí que había un pliego mal encartado. Las revistas pasaban y nadie las abría; sólo yo, con una curiosidad que me sería útil más adelante pero que me valió que mis torpezas fueran marcadas, y la verdad es que yo no era bueno estibando paquetes de revistas, más o menos atándolos y sólo bueno barajando pliegos, algo que me ayudo a ser aceptado años después, en 1968, cuando estaba entre los que sacábamos el semanario de la CGT de los Argentinos, con el gráfico Raimundo Ongaro como secretario general y dirigido por Rodolfo Walsh, e impreso en una cooperativa llamada Cogtal. Y era importante ese reconocimiento, porque precisábamos de la solidaridad activa de esos gráficos para salvarnos del mal humor sulfurado que la burocracia sindical portaba en la cintura.
Eso demuestra que ninguna experiencia es en vano en la vida de un periodista, mi conocimiento de las bobinas de papel vendría a cuento en mi desesperado intento por obtener un puesto de periodista, y mi negocio de revistas por comida, del cual jamás se habló una palabra, como corresponde con la corrupción sobreentendida de los compañeros gastronómicos y promovida por mí, mejoró la situación pero no la solucionó. Entre el mal ambiente de Abril, mi espalda dolorida y la perspectiva de levantarme a las cuatro para entrar a las seis o dormir la noche a la tarde y despertarme apurado antes que cerrara el bodegón, mi presente no era alentador. Aprendí, es cierto, que hay razones válidas para tomar una grapamiel a las cinco de la mañana para rematar un desayuno antes del tren, pero aquello no era vida.
De modo que llamé a mi padre, que me había conseguido ese trabajo para que me hiciera hombre en la editorial donde él era periodista de la revista Panorama, y que me diera un contacto en alguna redacción, que fue donde él se había hecho hombre. Así fui a la revista Confirmado a hablar con el señor Verbitsky. Ahora no se nota la diferencia porque los dos somos viejitos, pero por entonces sus cuatro años y medio más imponían de por sí respeto. El tipo ni se levantó para atenderme. Estaba aporreando su máquina de escribir y yo me paré delante de su escritorio.
“Así que vos querés ser periodista”, me dijo al minuto largo, con un escepticismo del que soportaría más evidencia. “Sale una nueva edición de la guía de teléfonos. Hacé un informe para el viernes de mañana. ¿Sabés lo que es un informe?”, me ladró. “Junto información y usted la reescribe”, dije tal cual había escuchado alguna vez que se hacía.
Así que me adjuntaron un fotógrafo y ahí nomás, ese lunes, arranqué para la imprenta y en el camino compré un block y una lapicera, y el fotógrafo pagó el taxi que luego pagaría la revista. Qué lujo, me dije. El fotógrafo hacía lo suyo y yo lo que se me ocurría. Que cuántos ejemplares, cuánto tiempo, cuántas hojas, qué encuadernación, que qué papel y entonces veo que traen la bobina nueva y yo me acerco. Efectivamente, tenía el papel reglamentario sellando el rollo: “Importada al amparo de la ley tanto”, y yo anotaba como un desgraciado todo lo que me parecía que hacía a la confección de la guía, como cuántos operarios en cada una de las secciones que yo ya sabía que tenía la imprenta, y el tema de la composición, y la corrección de pruebas. Los sueldos ya los sabía por experiencia propia, así que preguntaba de otras cosas, como una ametralladora. Vi que el capataz se cansaba y estaba por decirme basta con lo que me le anticipé. Sólo un par de preguntas más, le dije, y seguí un cuarto de hora.
Después a la telefónica, que desde cuándo la guía y cuántas ediciones y si había una primera edición para ver, gracias, ¿no tendrá una balanza para pesarla?, y registrar el primer y último nombre de aquella edición de no me acuerdo cuando en un depósito a cargo de un señor al que le dije que me había enviado el directivo cuya secretaria me transmitió que no tenía tiempo para atenderme.
Y después agarré una edición parcial de la guía, porque me había traído pliegos sin encuadernar, y conté los Pérez, que eran menos que los García, y los apellidos raros y graciosos, como Inocente, y lo que lo habrían jorobado en la escuela. Había uno que de verdad se llamaba Fierrochifle. No estaba inventando la pólvora sino tratando de llenar carillas y carillas con información pura y dura, tal cual la había recibido, con alguna consideración como esa de la escuela, porque la revista la jugaba de estar sobrada. Yo había leído tres ejemplares antes de ir a la entrevista por si me preguntaban y no fue así: mi examen sería sólo mi trabajo. Como dije, nada es inútil en esta profesión excepto los inútiles.
Y yo no iba a ser uno, porque pagaban el taxi y se entraba a las diez de la mañana. Así que el viernes yo estaba a las diez menos cuarto sentado con mi montón de carillas mecanografiadas y aunque se notaba que no había cursado dactilografía, la información que yo creía pertinente estaba y todo era así, aunque fuera mucho más, y la redacción era pésima, sin duda. Este sistema de dividir el aprendizaje en obtener información y en otra etapa aprender a redactarla era y es muy bueno, aunque en ese momento era para mí sólo benevolente, porque me permitía mojar en el periodismo.
Y pasadas las diez llegó Verbitsky, que ni siquiera agarró el toco de papel sino que me dijo que se lo diera a otro señor. Yo me paré a su lado mientras él revisaba todo y lo escuché decir para sí en voz baja: qué cantidad de datos. Entonces supe que estaba bien lo hecho, lo suficiente para pasar una barrera, y un par de días después me tomaron a prueba; publiqué el 5 de julio de 1967 y yo iba contando los días del mes para que pasaran los 30 que me hacían efectivo en la nómina y acreedor al despido de seis meses de sueldo que regía, que al menos me daría margen para intentar otra cosa. Y cuando pasaron, me tomé una copa a mi salud, y no era grapamiel. Ahora podía pagarme un teléfono en la pieza y estar en la guía.

lunes, 6 de febrero de 2012

El futuro nos apremia


Ah, la revolución digital. ¿Cuánto falta para el apocalipsis? A tres décadas de Goodbye Gutenberg, La revolución del periodismo electrónico (Anthony Smith, 1980), todavía no le hemos dicho adiós a la tinta: seis gramos en cada kilo de papel, aunque cada vez se venda menos papel. Pero buena parte del proceso industrial está ya digitalizado.
¿Qué es lo que falta entonces, qué es lo que queda en pie del antiguo orden? Lo que hasta ahora no tiene sustituto, ni parece que lo vaya a tener, es la gente que perciba la realidad y escriba sobre ella de manera que a otros les interese. En verdad nunca lo tuvo, desde antes de la escritura: alguien contaba lo que otros estaban interesados en escuchar. Lo que falla en cada transformación es la interfase, es el medio por el cual se transmite el mensaje. Hoy, lo que falta es un modelo de negocio que haga rentable lo digital.
Vamos a esto último. Me contaron un experimento de marketing que vale la pena recordar: el producto A es más barato y de inferior calidad que el B. La relación de ventas entre ambos se da por la ecuación calidad-precio con el agregado de la publicidad, y si se empieza a reducir cualquiera de esas variables es posible incidir en la venta hasta que uno de esos productos llega a ser gratis. No importa cuánto mejor sea el otro, la demanda se volcará decididamente hacia el gratuito.
Eso pasó con la información que los medios, particularmente de prensa, empezaron a volcar sobre la web. Me referiré a los medios uruguayos. Cometieron a mi juicio dos errores: le dieron primacía al papel sobre lo digital y por lo tanto ponían (y ponen) en sus portales web información suplementaria o que está fuera de competencia por estar al alcance de todos los medios, y esa información es gratuita. El segundo error, complementario, es que cambiaron el formato de la información en papel, llevándola a una imitación de la información que consideran (con fundamentos harto cuestionables) la apropiada para un medio electrónico: breve y repetitiva del contenido del título, por ejemplo, con lo cual transformaron la edición de papel en el libreto de radios y una guía para la acción de la televisión. El papel deja de tener interés ya muy temprano en la mañana, porque las radios dan básicamente su contenido.
Así las cosas, es utópico que cobren lo suficiente por la edición web del periódico. El Observador todavía lo intenta, El País supo renunciar a su intento, Búsqueda, Ultimas Noticias y Brecha están haciendo ahora tímidas incursiones digitales en la que dan algunos de sus títulos, tratando de atraer la compra. No es un camino prometedor.
Creo que lo que pasa es que se intentan respuestas mecánicas a un problema conceptual. Si repasamos las dos revoluciones anteriores en materia de lenguaje, veremos que muchos vaticinios agoreros del tipo causa-efecto, no se dieron. La tv no reemplazó a la radio, el avión no reemplazó al tren. La escritura llegó a Grecia en el siglo IX ac, y Sócrates temía (junto con Thamus, rey de Egipto) que “el aprendizaje de ‘esto’ (la escritura) implantará el olvido en las almas”. Lo escrito causó un cambio drástico que el filósofo definía como “la intensa memorialización visual que nosotros hemos perdido”. Lo escrito no era, para él, “una verdadera sabiduría”. El mito dice que Thamus reclamaba a la divinidad Theuts que la escritura no era la verdadera sabiduría del hombre sino tan sólo el recuerdo que se tiene a través de la palabra; lo que se llama anamnesis y es, por ejemplo, la información que quiere el médico sobre antecedentes familiares. Hoy sabemos que la escritura es un acto creativo en sí, más allá de lo consciente.
Si Sócrates se equivocó, bien podemos hacerlo nosotros. Los cambios de fondo en un proceso fundamental provocan vaticinios agoreros pues la incertidumbre le es insoportable al hombre. Propongo un somero repaso de las incertidumbres y certezas que nos dejaron las anteriores dos revoluciones en la materia, para meditar sobre el urgente y fundamental problema que impone la revolución digital.
El primer cambio fue la escritura, que transformó el conocimiento en información al dejar que su contenido ofreciera su valor inherente con independencia de su fuente. El contenido pasaba del tenedor al autor. Sin lengua escrita, era el memorioso recitador el dueño de aquellas historias. Con la escritura, aquellos primeros versos de La Ilíada (“Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos…”) pertenecieron para siempre a Homero y se recitan sin variaciones.
El segundo cambio fue la imprenta, que nació no de la cabeza de Zeus ni del ingenio ocioso sino de Gutenberg y su dedicación para resolver un problema que trajo el Renacimiento, cosa que hizo aproximadamente por 1450. Con él, se multiplicó la demanda de textos junto con la multiplicación de universidades, y los copistas eclesiásticos no daban abasto. Aunque el primer libro impreso fuese la Biblia, la iglesia católica perdió con la imprenta el control del depositario del conocimiento. La autoría había valorizado la invención y con ella la investigación; se alteró la índole del conocimiento. Los chinos unían hojas con un alfiler que las atravesaba, lo cual era una encuadernación sencilla pero dificultaba la consulta cruzada. Las bibliotecas nacieron cuando un objeto como el libro, cuya posición natural es horizontal, fue puesto en forma vertical, con su última página apoyada sobre la primera del siguiente. Esto permitió diversos tipos de ordenamiento y en consecuencia, facilitó la investigación.
La impresión invadió la vida de las gentes. Los menores empezaron a ser recluidos para estudiar y los mayores necesitaban del silencio para leer, algo que la revolución digital no toma demasiado en cuenta. El silencio es una clave en la adquisición del conocimiento, pues éste precisa de la reflexión.
De modo que con estos parámetros, lo que llamamos civilización occidental levanta vuelo entonces y junto con la imprenta tiene cinco siglos de supremacía absoluta. La revolución digital confluye desde distintos puntos del siglo XX y sume en una crisis terminal entre otras a la industria periodística. ¿Qué es aquello que viene acentuando su protagonismo desde la escritura? El autor, claro. Es lo que permanece a lo largo de treinta y un siglos, desde que los griegos accedieron a la escritura y el conocimiento pasó a ser información y su dueño, el autor.
El mundo digital sólo refuerza el papel protagónico del autor. El diario digital exitoso por excelencia es The Huffington Post, basado en blogs noticiosos. (Pronto será incluido, traducido al español, en la edición de El País, Madrid; continuidad de la ambivalencia). Otro modelo interesante es el de The Guardian: hace una edición web con desarrollos noticiosos acordes al uso y otra en papel, donde desarrolla temas y utiliza sus ventajas a favor de una mejor aprehensión de la información, dado que el papel incluye el tacto, sentido cuya importancia hay que rescatar, y por lo tanto la interacción con el papel. Si pensamos, todo el fenómeno Mac se da a partir de esa lógica, y hoy hay chimpancés en interacción con las Ipad, tan decisivo es lo táctil.
Tenemos por lo tanto tres revoluciones que no hicieron sino reforzar el papel del autor y cuyos perjudicados fueron y son los intermediarios: los juglares y copleros con la escritura (y la alfabetización), la iglesia y su apropiación y control del conocimiento con la imprenta, y la preponderancia de quienes escriben que está asomando, implacable, con la revolución digital. Sigue sin tener sustituto la gente que percibe la realidad y la escribe de manera que a otros les interese.
Es cierto que no hay todavía modelo de negocio asequible ni para los empresarios de los diarios ni para los periodistas. Pero es importante decidir si se enfoca esto como un único problema o como dos problemas, hoy con puntos de contacto entre ellos. ¿Debemos abocarnos a lograr un modelo de negocio viable para los dueños de los medios impresos ante la decadencia del actual, porque eso nos beneficia indirectamente a los periodistas? ¿O, con independencia de problemas ajenos debemos acaso procurar un modelo redituable del trabajo periodístico?
El razonar a partir de esas definiciones llevará por caminos divergentes. Lo que nos muestra la historia es que el razonar es un deber ser del profesional de la información. Aunque no nos guste, debemos aceptar la incertidumbre que nos trae el tiempo, y trabajar para despejarla. Lo que nos muestra la historia es que el lector, el público, está; siempre estuvo. Y siempre precisó de alguien que le cuente. No fue el fuego el que agrupó a la horda en el paleolítico sino su necesidad de defenderse. Y fueron las historias contadas lo que les dio sentido de pertenencia y no las relaciones entre ellos, que podían ser incestuosas y no implicaban lazo alguno. Los periodistas tenemos que encontrar formas para construir las historias que nos ofrece la realidad a partir del interés que le atribuimos a nuestro público, y vivir de eso.

domingo, 29 de enero de 2012

Es mentira, de verdad


 Ahora, con los Oscars, nos llegará nuevamente la leyenda de cómo los servicios de inteligencia británicos detectaron y capturaron al espía soviético que se había infiltrado hasta su misma cúpula. Una vez más, prevalecerá la ficción sobre la realidad de los hechos, simplemente porque está mejor contada y es mucho más difundida. Es interesante que lo que se pierde en la realidad pueda ser ganado en la ficción, y ésta incida tanto sobre el imaginario de la gente que la ficción termine siendo historia y la historia una referencia que se difumina.
La película es Tinker, Taylor, Soldier, Spy y posiblemente sea estrenada por estos lares con el título que tiene el libro original de John Le Carré: El Topo. Esta nueva versión la protagoniza Gary Oldman (1958), que obtiene con ella su primera nominación al Oscar como mejor actor pese a una larga e intensa carrera. Posiblemente Oldman no se lleve el Oscar pero algo es algo. Las otras nominaciones de Tinker… son a la mejor adaptación y mejor banda musical. Eso es lo que importa: el boato de las nominaciones. El personaje que hace Oldman, George Smiley, es más famoso que el actor: está en ocho novelas de Le Carré desde su primera de 1961, Llamada para el muerto. Este ficticio agente de la inteligencia exterior británica tiene su propia entrada en varias enciclopedias, se fija su nacimiento en 1908 o en 1915 “según la cronología revisada”, dice Wikipedia, habría sido reclutado en 1928 y en 1945 se casa con una bella, aristocrática y libidinosa secretaria del servicio de inteligencia, Lady Ann Sercombe, “la última ilusión de un hombre sin ilusiones”, dijo la la contracara soviética de Smiley, Karla. “Así que para él el amor es una ilusión”, comentaría Smiley.
Es la ficción hecha realidad para ganar la guerra perdida. En Tinker…, la conspiración del infiltrado desplaza a Smiley del servicio (bautizado The Circus porque todo tiene motete en ese mundo, reflejando la ironía británica y su resignada aceptación de la decadencia del imperio), y llamado nuevamente para detectarlo en una investigación oficial pero exterior al propio servicio. Esta séptima novela suya, de 1974, fue motivo en 1979 de una excelente serie televisiva para la BBC con sir Alec Guinness como Smiley, que ahora tiene una nueva versión con la película y me temo que, en comparación, el papel le haya quedado grande a Gary Oldman. En 1982, Guinness vuelve a ser Smiley basándose en la novela de Le Carré ‘Smiley’s People’ de tres años antes, esta vez para destruir al propio Karla a partir de que sabe que para él el amor es una ilusión. Todo es posible en la ficción, y si no es posible, se ignora: es así que Hollywood, que tanto nos ofreció, no haya parido película alguna en la que los estadounidenses realmente perdieran la guerra de Vietnam, un trauma aun vigente para ellos 37 años después de su derrota.
Las tramas se basan, con versiones en las antípodas de los hechos, en la infiltración de la inteligencia británica por integrantes de la elite británica reclutados por la URSS en su época universitaria, el grupo llamado The Cambridge Five. Como la verdad es un poliedro y nunca se termina de saber en estos menesteres, parece que eran seis y no cinco, y sólo parece que Kim Philby (1912-88) era el más importante. En todo caso, es el que llegó efectivamente a la dirección del MI6 y motivo de las novelas en cuestión. No sólo eso: en setiembre de 1949 fue representante del MI6 en Washington y enlace con la CIA. La inteligencia británica venía muy golpeada por los alemanes en hechos previos a la segunda guerra mundial y no supo lidiar con las luces amarillas y rojas. Entre ellas, en 1938 el desertor de Moscú Walter Krivitsky señaló la existencia de tres infiltraciones, y una de las pistas hubiera conducido a Philby. En 1941, el estadounidense James Angleton, luego jefe de la CIA, sospechó de él pero nada se concretó y durante la misión de Philby almorzaba una vez por semana con él. En 1951, dos integrantes del grupo de Cambridge huyeron a Moscú y en octubre de 1955, el canciller Harold Macmillan blanqueó de sospechas a Philby ante el parlamento británico. El 28 de agosto pasado, 57 años después, BBC reveló que los británicos no querían reconocer ante sus primos estadounidenses el tremendo daño que significaba la verdad de un Philby de los soviéticos porque querían ser parte del club nuclear, cosa que, según la versión anterior, lograron por sus propios medios en 1952 y en 1958 firmaron el acuerdo de defensa mutua con EEUU, lo que los apoyaría por ejemplo en su triunfo en Malvinas en 1982. Recién en 1965 le retiraron el título de oficial de la Orden del Imperio Británico (OBE) otorgado en 1945.
Para ocultar a Philby, en 1956 los británicos lo desvincularon del servicio secreto y lo enviaron a Ankara. En 1961, un nuevo desertor soviético, Anatoliy Golitsyn, dio más elementos en contra de Philby y a fines de 1962 el oficial del MI6 Nicholas Elliot obtuvo una confesión verbal de Philby. Jamás llegaría a firmarla: el 23 de enero de 1963 huyó a Moscú por una vía no precisada. Al parecer, no lo recibieron con los brazos abiertos temiendo que volviera a huír. Sus memorias, ‘Mi guerra silenciosa’ se publicó en Gran Bretaña en 1968 y en la URSS recién en 1980, de cuando es también la reivindicación oficial de su figura. Desde Moscú, pidió que le enviaran, entre otros, los libros de su antiguo compañero en el MI6 Le Carré, seudónimo literario de David John Moore Cornwell. La historia oficial es que Moore Cornwell dejó el MI6 en 1963, cuando su tercera novela, El espía que volvió del frío, logró ser best seller, y luego una buena película con Richard Burton. Es posible. No se difundió qué hacía en el MI6 ni cuan eficaz era, pero pingües servicios le prestó al MI6 y a la corona al transformar derrota en victoria con sólo su pluma.

domingo, 15 de enero de 2012

Locales del FA, PS y PIT son exonerados de contribución inmobiliaria



La Intendencia Municipal de Montevideo exoneró del 100% de la contribución inmobiliaria a inmuebles que son sede del Frente Amplio, del Partido Socialista y de la central sindical PIT-CNT, según documentación disponible. Las exoneraciones llegan a ser retroactivas hasta por lo menos 1993, se constató una firmada en 1999 por Hugo Díaz, entonces director general del Departamento de Recursos Financieros y la política continuó con la gestión de Ricardo Ehrlich, iniciada en 2005, y la actual de Ana Olivera, quien lo sucedió en el cargo.
La documentación localizada son cinco resoluciones pero hay indicios en una resolución que se transcribe de que es una política vigente al menos desde 1995, y ameritaría un pedido amparado en la ley de acceso a la información pública para determinar sus alcances y costos para el erario público. En cuanto a sus fundamentos formales, son básicamente dos: uno constitucional y otro, una resolución municipal a la que no se pudo accede en la web de la IMM.
El listado de la totalidad de locales políticos y sindicales (características de los tres casos localizados) que son exonerados de contribución inmobiliaria y su fundamento es una información necesaria para que el contribuyente se forme criterio sobre la calidad política de decisiones que paga, y su publicación sistemática, parte de la la transparencia de la gestión.Restringir la posibilidad de divulgación a los alcances de la ley de acceso a la información pública sería un desafío a la imaginación del contribuyente, que debe adivinar las excepciones a la normativa sobre las cuales inquirir
La información disponible establece que por resolución 622/09 del 19 de febrero de 2009 se exoneró de forma retroactiva por el período 1997-2008 al local de 18 de Julio 2190 del PIT-CNT y al Instituto Cuesta Duarte, considerándolos una única institución cultural y amparándose al efecto en el artículo 69 de la Constitución. A esa fecha son $19.963 anuales y la firma Ricardo Ehrlich. No se mencionan costos por multas y mora.
En cambio, por resolución 4195/11 del 12 de setiembre de 2011 se exonera a la sede del Partido Socialista, Soriano 1218, de contribución inmobiliaria por el año 2011, $20.286. Se lo hace al amparo de lo establecido en el Decreto No. 15.706, reglamentado por Resolución 3757/88. En la resolución consta que ya había sido exonerado de contribución inmobiliaria los años 2007-10, según Resolución No. 4431/10 de 27 de setiembre de 2010. Esta resolución no figura en las firmadas por la intendenta en esa fecha, según la web de IMM: http://www.montevideo.gub.uy/aplicacion/resoluciones-0, en captura del 15 de enero.
Esa misma resolución 3757/88 es invocada para exonerar, por resolución 2554/99/2000 del 5 de agosto de 1999, al Partido Socialista del pago de las contribuciones inmobiliarias por los años 1993-99 de los inmuebles de Soriano 1218 y 1220. La firma Hugo Díaz, Director General del Departamento de Recursos Financieros. En la página web de la IMM no se puede acceder al texto de esa resolución, ni por fecha ni por número.
En sus considerandos, la resolución expresa: “VISTO: la gestión del Partido Socialista del Uruguay solicitando exoneración de pago del impuesto de Contribución Inmobiliaria que grava al inmueble de su propiedad padrón No. 8.625, ubicado en la calle Soriano Nos. 1218 y 1220;
RESULTANDO: que el Servicio de Ingresos Inmobiliarios informa que al inmueble padrón No. 8.625 le corresponde un porcentaje de exoneración del 100% del impuesto de Contribución
Inmobiliaria, al amparo del Decreto No. 15.706, reglamentado por Resolución No. 3757/88 del 31 de mayo de 1988, estableciendo la exención de sólo un local por Partido, por el período comprendido entre el ejercicio 1993 DU y el 31 de diciembre de 1999;
“CONSIDERANDO: 1o.) que la Dirección de la División Administración Fiscal entiende que corresponde exonerar del pago del impuesto de Contribución Inmobiliaria al inmueble padrón No. 8.625, propiedad del Partido Socialista del Uruguay, por el período comprendido entre el ejercicio 1993 DU y hasta el 31 de diciembre de 1999;
“2o.) que por Resolución No. 580/95 del 20 de febrero de 1995 el señor Intendente Municipal de Montevideo delegó en el Director General del Departamento de Recursos Financieros, la facultad de dictar resoluciones cuyo objeto hubiera sido previamente autorizado o facultado por la Junta Departamental de Montevideo, mediante decretos que oportunamente se  hubiesen promulgado por este Ejecutivo”, etc.
De este texto surge que se trataría de una política de la IMM y que está en ejecución al menos desde 1995, cuando asumió la intendencia Mariano Arana. 
Por resolución 266/05/2000 se exoneró a la sede del Frente Amplio, Colonia 1367 de la contribución inmobiliaria correspondiente a 2005, por $42.708, y en la resolución consta que ya lo fue los años 2003 y 2004, y se basa en el mismo decreto que los casos anteriores, 15.706. La firma Enrique Cabrera,  director general del Departamento de Recursos Financieros.
Al Frente Amplio se lo vuelve a exonerar del pago de la contribución inmobiliaria por el año pasado de su sede de Colonia 1367, por resolución 3953/11 del 29 de agosto de 2011. Es por valor de $53.397. En la resolución consta que ya lo fue en el año 2010, y la firma Ana Olivera. 

miércoles, 4 de enero de 2012



Sobre el dolor sin odio que encontré en Vietnam

Por favor remóntenme al pasado remoto,
Entre la fermentada oscuridad que cubre el campo.
Soy un pájaro nacido al comienzo del ocaso, al final del alba.
No puedo aún cantar; mi pico inflamado picotea susurros.
Vuelo a través de campos primaverales lleno de pesadumbre,
A través de estrellas de ojos abiertos cuyas lenguas no brotan todavía.
Saludo al murciélago del alba, a la alondra de la oscuridad;
El cementerio de mis antepasados me saluda.
Cierro mis alas rotas sobre los aniversarios de mis ancestros difuntos
Y miro ríos de velas desbordarse.
Mis ancestros han estado despiertos mucho tiempo, mientras que yo dormía,
Arrullado por el sonido de cornos de gargantas rotas.
El agua de arroz preñada está entristecida;
La percha que asciende anhela tener piernas.
Soy un pájaro, mudando tarde y practicando tonos con mi suave pico
En el roto goce de tambores sobre el horizonte.
Estoy a la espera de una canción hecha de arroz cocido con agreste hierba
Y el triste huevo duro pelado por los muertos hoy.

Nguyen Quang Thieu